Para alegría del mundo cinéfilo, ha comenzado la decimoctava edición del Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires, y con él celebramos la llegada de más de 400 películas y cortometrajes, numerosas –y excelentes– muestras en el Centro Cultural Recoleta, pero sobre todo celebramos la llegada de un cineasta como pocos: Peter Bogdanovich.
El famoso director de clásicos inolvidables como Luna de papel y Míralos morir es el invitado de lujo de este [18] BAFICI y, como tal, algunos de los eventos más emocionantes del festival han ocurrido alrededor suyo. Principalmente me refiero a la charla que brindó el sábado pasado en el Auditorio El Aleph, donde habló para un grupo de privilegiados espectadores acerca de su filmografía, vida privada y envidiables amistades con algunos de los hombres que personifican al cine en su máxima expresión: Welles, Ford y Hitchcock, entre otros.
Además de dicha charla y de la presentación de un libro en su honor, el director de Una cosa llamada amor es el centro de una de las retrospectivas más atractivas y concurridas del festival, junto a aquella dedicada al difunto Fabián Bielinsky. En dicha sección figuran algunos de los films más significativos y maravillosos del crítico, guionista y director. Entre ellos, los mencionados anteriormente, la hilarante ¿Qué pasa, doctor?, el genial documental que realizó sobre la vida de Tom Petty, su última película –Terapia en Broadway– y, finalmente, la hermosa The Last Picture Show.
“El director de Una cosa llamada amor es el centro de una de las retrospectivas más atractivas y concurridas del festival, junto a aquella dedicada al difunto Fabián Bielinsky.”
Esta última, estrenada en nuestro país a comienzos de 1972 bajo el título La última película, gira en torno a un grupo de adolescentes de un pequeño pueblo de Texas que es descrito por uno de ellos mismos como “un lugar llano y vacío, sin nada para hacer”. Entonces, este grupo de jóvenes sin divertimento alguno e interpretados magistralmente por Timothy Bottoms, Jeff Bridges y Randy Quaid se ve obligado a recluirse al interior de la vieja sala de cine del pueblo (donde se hace presente un tema recurrente en la obra de Bogdanovich: el cine dentro del cine), de la cafetería en decadencia o incluso al interior de sus autos, donde caerán víctimas de los encantos de las mujeres del pueblo. Corrección: de la mujer del pueblo Cybill Shepard, quien –en su primer papel cinematográfico– despliega una hipnótica belleza en todos los planos en los que aparece, convirtiéndolos así en una suerte de estilizada y seductora publicidad, seducción que también cautivó al propio Bogdanovich durante el rodaje del film.
Entre los mayores méritos del director en La última película, figuran –obviamente– su trabajo con los actores (nótese las brillantes interpretaciones de Ben Johnson, Ellen Burstyn y Cloris Leachman), pero también su clarividencia al entender la esencia del libro en el que está basado el film, ideando irrisorias y tensionantes secuencias en las cuales la incomodidad irrumpe con el conformismo y la gris cotidianeidad que se respiran en el desmejorado pueblo.
Al visualizar el film uno puede notar, además, ciertas reminiscencias a El Ciudadano de Welles. Efectivamente, el mismo Bogdanovich contó en la charla previa a la proyección que el film de Orson –así lo llamaba a su amigo– fue una inspiración muy presente en La última película, principalmente en torno a decisiones narrativas relacionadas con la fotografía y los encuadres. La presencia del cine de Welles y Ford en Bogdanovich es casi tan notoria como la influencia que su obra ejerció sobre directores como Richard Linklater, David Lynch, Alexander Payne y hasta en el mismísimo Steven Spielberg.
Al momento de su estreno, la segunda película de Bogdanovich fue definida por un importante medio de crítica norteamericano como “una de las mejores películas de lo que sería, si no fuera por ella, un año cinematográfico bastante poco interesante”. Al día de hoy, dicha declaración se sostiene firme, tal como lo hace el mismo Peter Bogdanovich, un talentoso director que entabló amistad con los más reconocidos directores del viejo Hollywood mientras él mismo daba inicio, junto a realizadores como Scorsese, Coppola y De Palma, al “nuevo Hollywood”. A sus 76 años Bogdanovich es, sin lugar a dudas, la figura sobreviviente de un cine lejano pero inoxidable y, en persona, continúa demostrando la misma vitalidad, el mismo humor y la misma brillantez que sus películas siempre irradiaron, desde el día de su estreno hasta hoy.
Por favor, procuren no perderse las proyecciones restantes de los films de este gran director en el BAFICI, y –en caso de no poder asistir– disfrútenlas desde la comodidad de vuestras casas a través de QubitTV. Simplemente hagan click en los títulos mencionados a lo largo de esta nota.
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