Llama poderosamente la atención que una película del calibre de Victoria no haya tenido mayores distinciones que algunos premios menores en el Festival de Berlín, luego de su estreno en febrero de 2015. En Argentina, la última película del actor y director alemán Sebastian Schipper se estrenó en la Competencia Vanguardia y Género del [17] BAFICI.
Cualquier ser humano racional con una pizca de sensibilidad estética no puede dejar de apreciar sus méritos. La película consta de un solo plano secuencia durante sus casi dos horas y media de vida. Sin embargo, Victoria es una gran película no solo por su innegable proeza técnica, sino además por su sorprendente precisión para manejar los climas sumamente versátiles que la animan, en gran parte mérito de la preciosa interpretación de su protagonista, la joven actriz española Laia Costa, y del impecable trabajo de su camarógrafo y director de fotografía Sturla Brandth Grøvlen.
“Victoria es una gran película no solo por su innegable proeza técnica, sino además por su sorprendente precisión para manejar los climas sumamente versátiles que la animan.”
Lejos de intentar seducirnos con impactantes vueltas de tuerca, el film alemán, cuyo guión apenas superó las diez páginas, trabaja el suspenso por intensidades a través del cuerpo de sus actores. Con personajes tan simpáticos como sombríos, y en el estupendo marco escenográfico que provee la imponente Berlín, su misterio se desdobla poco a poco en secuencias de una desesperante cotidianidad nocturna al borde del colapso. Así, Schipper logra sostener la tensión hasta el final sin artilugios. Su Victoria prescinde de elementos externos que por regla general frustran el curso natural de la acción, ésto es, su duración. El film no necesita de música incidental (en los momentos selectos en los que apela a ella, su función resulta más bien atmosférica) ni de argucias de montaje para enfatizar los acontecimientos. En Victoria las cosas fluyen y caen por su propio peso.
La interpretación de la joven Laia Costa merece un párrafo aparte. Sin haber representado grandes papeles en su incipiente carrera, su impronta aquí es deslumbrante y durante toda la película su personaje constituye el vehículo de la paranoia que se respira como azufre. Remanso y abismo, la joven española nos arrastra por una corriente de indeterminación donde los roles de víctima y cómplice se intercambian al infinito.
Si bien lleva el nombre de su protagonista, Victoria no es un boy meets girl devenido thriller, tampoco es un mero raconto de las experiencias fatídicas de una noche de juerga, ni las desventuras de una chica solitaria en una tierra desconocida. Con todo, la película de Schipper es también el retrato de una criatura desde sus mismas entrañas. La criatura en cuestión es de cemento y se llama Berlín, que mágica y embustera gruñe y reclama su papel protagónico desde el inicio. Porque más allá de la historia que viven sus personajes, Victoria es un film generacional; imagen viva de una ciudad y de las personas que la habitan desde la perspectiva de quien conoce a la perfección sus parajes más recónditos y oscuros.
Con su arriesgada película de un plano, Schipper logra inscribirse como autor en la nueva era del cine. Contra todos los nostálgicos y pesimistas que predican el fin de un arte que apenas cuenta con poco más de cien años de edad, Victoria colabora con estilo y virtuosismo en la convicción de que el cine está más vivo que nunca. Las nuevas tecnologías facilitan la producción de películas independientes. La distribución en medios alternativos como el VOD nos permite disfrutar de un cine diferente que, de no ser por felices excepciones como el Bafici, no encuentra lugar en las grandes salas. Necesitamos un cine vivo y osado que no deba rendir cuentas a nadie. Capaz de crear monstruos sin efectos especiales; capaz de conmover y seducir sin artimañas. En resumidas cuentas, un cine que no pretenda decirnos cómo debe ser el mundo ni cómo debemos comportarnos frente a él. Un cine que nos ponga cara a cara con el rostro esquivo y muchas veces incómodo de las cosas. Un cine decidido a librar la batalla por nuevos horizontes estéticos.
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Qué maravillosa reseña, que viva el cine!